Amancio Carnero. Jefe del Programa de Terapias Experimentales. Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO)

Con los procedimientos farmacogenómicos aceleramos el proceso de identificación, validación y aprobación de nuevos fármacos

¿Qué experiencia particular tienen en su centro en la búsqueda de nuevos fármacos a partir de investigaciones farmacogenómicas?

Estamos utilizando, con distinto grado de éxito, diferentes técnicas farmacogenómicas para identificar nuevos fármacos que puedan adaptarse específicamente a las necesidades de cada paciente.

En concreto, ¿qué resultados están consiguiendo?

Buscar un nuevo fármaco y comercializarlo con éxito es una tarea que puede llevar, por término medio, unos 15 años, por lo menos en el campo de la Oncología. Gracias a los nuevos procedimientos farmacogenómicos, estamos consiguiendo acelerar este proceso de identificación, validación y aprobación de nuevos fármacos, lo que tiene importantes consecuencias para la salud de los pacientes pero también desde un punto de vista de ahorro de costes. Sin embargo, no sólo se trata de rapidez en la búsqueda, sino de acertar...

¿A qué se refiere exactamente?

Tratamos de generar fármacos que aporten más seguridad y más eficacia en el manejo de determinados procesos tumorales. Para ello, hemos optado por buscar para cada tipo de paciente un fármaco adecuado, superando el deseo tradicional de conseguir un medicamento válido para el mayor número de pacientes y procesos tumorales. Se ha desestimado esta línea de trabajo, y nos estamos centrando más en identificar fármacos muy específicos, indicados para un número muy limitado de enfermos que tienen unos rasgos comunes. En definitiva, nuestra labor consiste en diseñar nuevos fármacos que puedan adaptarse a las características genéticas del paciente y su tumor.

Esto supone un cambio de estrategia importante, y también de mentalidad...

Es cierto. Durante años se ha pretendido tener una cura milagrosa para hacer frente a los distintos tipos de cáncer, y se han logrado avances importantes, pero no es la mejor estrategia para abordar un tipo de patología tan compleja y que tiene numerosas implicaciones genéticas. En enfermedades monogénicas aún se puede pretender la generalización de un tipo de tratamiento para un número amplio de pacientes, pero en las enfermedades multigénicas, como el cáncer, esta filosofía no es válida.

¿Hasta que punto la metabolización de los fármacos difiere de unas personas a otras y cómo influye este proceso en la eficacia y seguridad de los mismos?

El mismo medicamento no tiene siempre el mimo efecto en todos los pacientes porque nuestro genoma es diferente y condiciona la rapidez o lentitud de metabolización. Esta heterogeneidad se refleja tanto en su toxicidad como en su eficacia terapéutica. Sin embargo, la respuesta a los medicamentos no sólo está relacionada con la herencia monogénica de una determinada proteína, sino que resulta de la interacción de diversos genes que codifican proteínas implicadas en múltiples vías metabólicas.

Uno de los campos donde más se ha progresado en los últimos años ha sido en el estudio de las vías de metabolización de los fármacos, que determinan gran parte de las reacciones de los fármacos y que inciden en su distinta actividad en unos sujetos u otros. El sistema del citocromo P450 en la especie humana es el que más ha llamado la atención, ya que a través de él se eliminan gran parte de los fármacos disponibles en este momento. El CYP450 consta de 57 genes y 33 pseudogenes, clasificados según identidad de secuencias en 18 familias y 42 subfamilias.

En el campo concreto del cáncer, ¿qué realidades existen en estos momentos en el diseño y comercialización de fármacos en base a criterios farmacogenómicos?

Estamos sólo al principio, pero es cierto que en los últimos años hemos asistido a la aparición de algunos fármacos que nos anuncian ya el camino por el que va a ir el tratamiento de la enfermedad tumoral. Agentes como Herceptin o Glivec suponen un avance muy importante, y confirman el éxito que tiene esta nueva estrategia terapéutica, basada en la comercialización de fármacos con mecanismos de acción muy específicos y que son muy eficaces y seguros para un tipo muy determinado de pacientes. Sin embargo, nos encontramos aún en un estadio inicial.

¿Qué nos va a llegar en los próximos años en este área?

Se han generado muchas expectativas, pero no va a ser una tarea sencilla. Incluso, en enfermedades monogénicas pero con una fisiología muy complicada será complicado obtener en los próximos años fármacos relevantes. En el caso concreto del cáncer, en estos momentos hay cientos, incluso miles, de nuevos compuestos que están siendo investigados; de ellos, pasarán la primera criba unos cientos, y finalmente serán candidatos para hacer estudios en animales y humanos unas escasas decenas. En cualquier caso, estos ya son muchos, y como estarán indicados para neoplasias muy concretas, van a suponer un avance muy significativo para los pacientes.

¿Debemos esperar, pues, un boom de nuevos fármacos antineoplásicos en la próxima década?

Sin duda, en los próximos 5-10 años se van a multiplicar los fármacos que integran el arsenal terapéutico actual en Oncología.

A su juicio, ¿qué aporta la Farmacogenómica a la investigación de nuevos fármacos antitumorales y el manejo de este tipo de enfermedades?

Creo que, como he comentado antes, su principal virtud es que nos permite agilizar los tiempos de desarrollo de nuevos fármacos candidatos. Si hasta ahora se tardaban unos 15 años, ahora podemos tardar 8 años en identificar una nueva diana terapéutica y crear un fármaco candidato.

¿En qué momento del desarrollo del fármaco es donde se gana este valioso tiempo?

El periodo que se dedica a probar la eficacia y seguridad de los fármacos en los ensayos clínicos se mantiene, y suele prolongarse unos 5 años; sin duda, la gran diferencia la obtenemos en el tiempo que se destina a la investigación de la toxicidad y las características farmacológicas de un nuevo medicamento, puesto que antes suponía cerca de una década y ahora se resuelve en 3-4 años.

¿Y cómo se explica este ahorro de tiempo?

Con la Farmacogenómica y la farmacogenética, una vez que se ha identificado un fármaco para una diana concreta, es mucho más sencillo comprobar su perfil de seguridad y sus propiedades farmacológicas. Ahora, al ser más específicos y disponer también de herramientas de validación genética más rápidas, se ahorra tiempo y la fiabilidad es mayor.